El capítulo 2 empieza por hablar sobre la presencia del árbol y para ello define primero qué es presencia. Según su diccionario (no dice cuál) entiende por presencia como el «hecho de encontrarse en el lugar del que se habla o bien asistir a un acontecimiento del que se trata.». He buscado alguna definición en la RAE. Las diversas acepciones son:
- Asistencia personal, o estado de la persona que se halla delante de otra u otras o en el mismo sitio que aquellas.
- Asistencia o estado de una cosa que se halla delante de otra u otras o en el mismo sitio que ellas.
- Talle, figura y disposición del cuerpo.
- Representación, pompa, fausto.
- Memoria de una imagen o idea o representación de ella.
A continuación Jacques Tassin nos expone 6 características que definen al árbol:
De todas ellas me quedo (no me gusta pero es lo que hay) con la 2. No hace referencia a un ser vivo que está presente con todos sus sentidos en tiempo real en un lugar. Un árbol está (literalmente) conectado al lugar donde habita con todos sus sensores conectados en tiempo real. Reacciona a cualquier estímulo, produce azúcares, libera agua, oxígeno, CO2 de forma consciente (no me lean ni me entiendan aquí como la consciencia humana, pero no encontré ningún adjetivo mejor para que nos entendiéramos todos). Los árboles asumen su presencia con múltiples conexiones en tiempo real. Actúan y reaccionan. Todos los seres vivos también, pero los humanos, en general, hemos dejado de tener presente esa consciencia.
- Lentitud
- Sobreidad
- Descentralización
- Fusión
- Contradón
- Sensibilidad
Vayamos a por el primero. Lentitud. El árbol nunca tiene prisa (pág 39). Con esta afirmación J. Tassin nos explica que toma su tiempo, un tiempo que ni es rápido ni lento. Es el tiempo necesario.El árbol crece y se desarrolla en función de los ciclos que le toca vivir. El árbol es sensible a las mareas(esto lo dice Francis Hallé a partir de unos estudios sobre el incremento del diámetro de los árboles 2 veces al día coincidiendo con las mareas), crece, se desarrolla y toma su tiempo para morir. El árbol » nos da la hora íntima del mundo».
El tiempo modula a las personas (animales) y a los árboles (plantas). Siempre se ha dicho. Y como dice en la pág 41, <<No hay nada más estético que un árbol que se ha tomado su tiempo para ser lo que es>>. Las prisas, ya sea en un jardín o en un árbol, afean.
En cierta forma de todos los seres vivos que hay sobre el planeta, quizá los árboles sean los únicos que «escriben» su vida con el paso del tiempo. Graban sus experiencias vitales para quedar como un cuaderno de bitácora para ellos mismos.
La sobreidad propone un consumo de energía y agua más justo. No se cede a lo superfluo y valora la cohabitación. En cierta forma, entornos con penuria de nutrientes garantiza la estabilidad de poblaciones vegetales.
Los árboles tienen 3 órganos diferenciados- En cambio los humanos tenemos más de 100 (no me he puesto a contarlos). Los árboles, utilizan la «descentralización» para no depender de la supervivencia de una parte de ese tejido. El hecho que no tengan una movilidad como la tienen los animales (generalizo) les hace organizarse de forma que todas sus partes puedan tener células con toda la información genética para crear un nuevo individuo. Si a parte pensamos que el árbol se abre al exterior (todos los tejidos vivos y activos están en la capa más externa) podemos ver cómo el árbol necesita tener una presencia en el mundo que le permita vivir. Captar agua en el subsuelo y hojas, relacionarse con hongas y bacterias, exponer sus hojas a la radiación solar,… necesita desplegarse lo mejor posible! Y luego los humanos repicamos raíces y podamos para embellecerlos.
Y hablando de hongos, la capacidad que tienen los árboles de poder «fusionarse» con otros organismos para llevar a cabo la alimentación, la captación de agua, etc. sólo se puede realizar si son capaces de entender que la individualidad no tiene futuro. En la página 50 Jaques Tassin nos recuerda que las raíces de los árboles se comunican a menudo con otras raíces, emitidas por individuos de otras especies. Y lo hacen para compartir nutrientes, agua, pasar información sobre depredadores, fitófagos u otras situaciones que pueden afectar a su estado. En una época en la que aparecen grandes desigualdades entre la humanidad, el individualismo, etc el funcionamiento colaborativo del árbol es una fuente de inspiración.
La sensibilidad de los seres vivos nos ayuda a establecer vínculos con nuestro entorno. Nos ayuda a entenderlo, a optimizar nuestra presencia y a la de los demás. En cierta forma es un vínculo entre vida y medio (pag 55). Se sabe que en la parte final de las raíces, allí donde se encuentra la cofia, a parte de tener la principal función de «lubricar» penetración de la raíz en el suelo, se sabe digo, que hay muchos receptores (sensores) encargados de detectar agua, sales minerales, la gravedad, el sonido, etc discriminando así unos estímulos de otros. Ese es uno de los principales motivos por los cuales a las plantas se les dota de inteligencia. Tal como sostienen Francis Hallé, Stefano Mancuso y Josep Selga entre otros estudiosos, la inteligencia es la capacidad de escoger. Escoger al final lleva asociado un conocimiento previo, un aprendizaje. Y el aprendizaje requiere de intención, capacidad de retención y sobre todo valoración del riesgo. Por estos y otros motivos se dice que las plantas «tienen una inteligencia.» Es bastante curioso también ver como J. Tassin nos comenta cómo Stefano Mancuso en su libro Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal explica que sólo evocamos la sensibilidad vegetal (y por ende inteligencia) a un grupo reducido de plantas (las carnívoras), cuando en realidad el 100% de las especies disponen de una sensibilidad por la mayoría de nosotros desconocida.