Hace ya una semana que volví de un viaje familiar a París. Es una gran ciudad en un gran país. Y sí, lo es mal que les pese a muchos. Han sabido venderse bien, tener un orgullo que no muchos países tienen y preservar unos usos y costumbres muy propios (no es que sean muy identificables, pero sí creo que son lo suficientemente importantes para que se sientan diferentes, no mejores).
De todas formas creo que la belleza de las ciudades radica (para mi gusto) en tener un equilibrio entre orden y caos, razón y emoción, lo viejo y lo nuevo, lo bello y lo grotesco, lo abundante y lo escaso, los espacios abiertos y los espacios cerrados… El París que conozco (3a visita ya en varios años) ofrece más potencia visual y grandes espacios que rincones, zonas urbanas con personalidad. A parte la actividad comercial basada en el lujo aleja o sirve de repelente a actividades más cercanas entre productor-consumidor (vendedor-comprador).
Me voy con una sensación de haber disfrutado unos días geniales en familia pero con la impresión que no he descubierto del todo (me quedo sólo con los turísticos Monmatre y el barrio latino) las otras ciudades que se esconden en toda gran ciudad. Ese efecto de heerogeneidad sólo lo he conseguido en Londres, Madrid o Barcelona. Lisboa y Amsterdam son las otras ciudades favoritas donde perderme, pero son en sí mismas una de las muchas ciudades ocultas en las otras 3 grandes ciudades que he mencionado.
Fuente imagen: propia
Una canción: Rano Pano, Mogwai, LP «Hardcore will never die but you will», 2013