No es difícil encontrar en debates, anuncios, tertulias más o menos serias (las de café a menudo son más interesantes que las de los medios de comunicación), ponencias, ensayos, etc., que vivimos en la era de la información, a menudo llamada era digital (que no debería ser lo mismo) o era de la informática (aún menos) ya que se confunde el medio (sistema de transporte de información) con los datos en sí. Para poner un ejemplo diremos que un libro es un medio de información de la misma manera que lo es un blog. Los dos son espacios que una vez se accede a ellos se puede adquirir datos para luego ser utilizados. Hasta aquí todo es igual. Lo que cambia es la rapidez en la presentación de estos contenidos (la generación depende del tiempo que dedique cada autor). Ahora bien, los dos, si sólo son contenedores de datos, ideas o cultura no aportan conocimiento. Son meros instrumentos de transmisión.
Lo que nos encontramos actualmente es una banalización de la información, una sobreexposición (aquí cada uno puede escoger hasta cierto punto el nivel de exposición que quiera) y una sobreproducción de información que a menudo no va ligada a un análisis para entender si esa información aporta valor o no. . Nos encontramos entonces en un momento en el que debemos ser conscientes que a nuestras manos (principalmente por el dispositivo móvil que llevamos en el pantalón o bolso) llega una cantidad de información que ni en varias vidas podríamos analizar.
Simplemente vivimos saturados de información y eso es lo que nos hace incultos y al «sistema» parece que ya le va bien ya que saturar de información a la población, hacer que esta información llegue de forma eficiente y transforme atención en dinero es la finalidad última de este sistema, no que adquiera conocimiento (no lo frena explícitamente, pero tampoco pone medios para que ocurra).
Por lo tanto parece lógico tener un sistema de pensamiento que nos ayude a analizar, digerir, confrontar, pensar si esa información es correcta o no, si nos aporta valor o nos resta (¿roba?) tiempo y nos hace más ilusos. Esta es una labor que deberíamos tener presente tanto si nos dedicamos a la formación, si somos padres, si damos apoyo técnico a equipos de trabajo, etc. Esta labor ha de permitir transformar la información en conocimiento y ha ser el principal trabajo a realizar antes de seguir adquiriendo más información, ya que hemos de aprender un método que nos enseñe a discriminar tanto de la calidad como de la cantidad de información y que nos aporte un criterio en base a unos postulados verdaderos.
Propongo utilizar el sistema basado en el contraste continuo que permite analizar un concepto/idea frente a otro(s) para así contrastar y poner en duda sus argumentos (nótese que no escribo validar). Sólo a través de un proceso iterativo (el de contraste) si el argumento, concepto y/o idea lo supera, se podrá empezar a adquirir cierto conocimiento.
Al final debemos centrar los esfuerzos en un campo acotado ya que si no lo hacemos este contraste se vuelve un trabajo imposible y volvemos a caer en la mentira de vivir en una sociedad del conocimiento cuando en realidad vivimos en una sociedad de la información.